Como tantas otras cosas relacionadas con la muerte, los epitafios son mensajes a los vivos. Lo mismo podríamos decir de las ceremonias mortuorias, de las veladas, o de los diversos ritos funerarios que hay en el planeta.
Abordar el tema de la muerte es abordar el tema de la existencia. Del porqué y para qué vivimos. Recordar un día a los muertos es una manera de tenerlo presente. En un post anterior tomaba prestada la voz de un monje. Hoy tomo la de una poesía.
Oí hablar de este poema tiempo atrás, y lo volví a recordar el otro día en una serie de televisión. La autora se llama Mary Elizabeth Frye. Lo he sabido gracias a la wikipedia. De hecho antes pensaba que era anónimo. Pero no es así. Os pongo una buena traducción :
No te pares junto a mi tumba y llores.
Yo no estoy allí. No estoy dormido.
Soy el millar de vientos que soplan.
Soy el diamante que brilla en la nieve
Soy la luz del sol sobre el trigo maduro.
Soy la suave lluvia de otoño
Cuando despiertas en la quietud de la mañana,
Soy el rumor de las alas de los pájaros
que vuelan rápida y silenciosamente en círculos.
Soy las estrellas tenues que brillan por la noche.
No te pares junto a mi tumba y llores.
No estoy allí. No he muerto